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La tipografía de ayer y de hoy

Pero solamente dándole la forma y presentación adecuadas puede llegarse a comprender el libro en toda su grandeza.

V. Martínez Sousa

Hace unos meses nos hicimos con un libro llamado Teoría y práctica de la tipografía con nociones de las industrias afines de Martínez Sicluna. Fue publicado por la siempre imprescindible editorial Gustavo Gili en 1945.
Podría ser una obra que adornase nuestro estudio o podríamos exhibirla con cierto orgullo, pero lo cierto es que más allá de su valor estético, es un manual que nos ha removido y motivado para seguir aprendiendo y apostando por la excelencia.
Las Artes gráficas han evolucionado tanto que por el camino pasaron a denominarse Industrias gráficas. Quizá porque preferimos el Arte a la Industria o porque amamos esta profesión, retomamos hoy este manual sobre tipografía.

Si Gutenberg levantase la cabeza y se pusiese a hablar con el autor del libro podrían estar horas charlando sobre los principios básicos que han de regir una buena composición tipográfica.
¿Y si se pusieran a hablar con un contemporáneo nuestro? Hoy cedemos el término «tipógrafo» al creador de tipografías y, en menor medida, a quien se encarga de gestionarlas. Pero generalizando, ¿y si hablasen con un diseñador/diseñadora editorial? Pues lo cierto es que los temas podrían ser los mismos. En esa conversación de tres habría sorpresas en cuanto a las herramientas usadas, pero bien podríamos hablar sobre legibilidad, interlineado, partición de palabras o capitulares. Los principios, con independencia de trabajar con tipos móviles, con linotipia, QuarkXPress o Indesign, son los mismos.
Así comienza el saludo-dedicatoria de Martínez Sicluna:

Lector amigo: Sin conocerte, quienquiera que seas, me basta saber que tienes este libro en tus manos, y que formas o deseas formar parte del grupo de los que ejercen el bello arte de Gutenberg, para llamarte amigo; y puesto que vas a militar o militas ya en las filas en que largos años vengo militando, recibe mi más sincera congratulación y mi saludo más cordial.

¡Qué poco he tardado en copiar este inicio del libro! No por teclear con especial celeridad, sino por compararlo con el tiempo que se tardaba en colocar cada tipo móvil en su correspondiente componedor.
Pero debemos saber que el oficio de tipógrafo era algo más que colocar tipos, tal como en la actualidad es algo más que aporrear un teclado o manejar un ratón.
Volvamos a Martínez Sicluna.

Si la composición tipográfica no consistiera nada más que en llevar las letras a un componedor y espaciar las palabras hasta completar línea y justificarla, fácil le fuera al aprendiz tomar pronto plaza de oficial.
Pero es necesario mucho más, algo que sólo se adquiere con el fiel cumplimiento de ciertas reglas y con la práctica continuada.
Los escritores no pueden fijarse, al escribir y leer las pruebas de sus escritos, en determinados detalles que el tipógrafo no debe ignorar; así, que éste no se ha de concretar a practicar el mecanismo de la composición, sino que le es preciso conocer muy bien las reglas tipográficas y ortográficas, si quiere cumplir con brillantez su cometido.
Un buen liniero, aunque carezca de aptitudes para hacer un trabajo artístico, puede considerarse como un buen tipógrafo si ejecuta sus trabajos con pulcritud y con sujeción a las reglas del arte.

En una sociedad veloz, de contenidos efímeros, de stories de 24 horas y scroll infinito, ya no tenemos que colocar tipo a tipo, pero no perdamos, por favor, las buenas prácticas de los tipógrafos que nos precedieron. No olvidemos sus principios y pautas, su amor por el trabajo bien hecho.
El padre de quien suscribe estas líneas fue tipógrafo. No se le escapa una errata, no perdona un mal interlineado y se exaspera ante una composición poco legible. Es algo que en Serdeletras no queremos olvidar.

El aprendiz, durante el curso de su enseñanza no ha de tener otra mira que la de perfeccionarse, adaptándose a las costumbres de los buenos oficiales, a fin de adquirir los conocimientos indispensables para lograr un puesto entre los mejores.

Ese es nuestro objetivo, ofrecer en cada trabajo editorial lo mejor del oficio. Para ello recurrimos a los clásicos y a los compañeros de profesión que hacen que podamos seguir hablando de Artes gráficas. Buscamos referencias en Pinterest y en Instagram, por supuesto, pero también seguimos a nuestro autor cuando afirma:

El tipógrafo dispone de ancho campo de experimentación para perfeccionar sus conocimientos concurriendo a las exposiciones de libros, a las bibliotecas públicas, a las salas donde se exponen objetos artísticos, dibujos, proyectos arquitectónicos, pues el Arte, que antiguamente era patrimonio de unos pocos, se ha desarrollado de tal modo, que donde menos crea encontrarlo, lo hallará en profusión en todos los estilos.

Así que sí, nos vemos en los bares, pero también en las exposiciones y en los museos, en las bibliotecas y en las librerías. Para honrar con nuestra actitud y nuestro trabajo una profesión que todavía hoy hace que las palabras permanezcan.

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